Yo también quiero pensar

Numerosos estudios, como el realizado por el programa "Philosophy for Children" abalan los resultados del estudio de la filosofía en los más pequeños, llegando estos a mejorar en áreas como las matemáticas y la lectura.

Resulta evidente como el estudio de la filosofía desde edades muy tempranas reporta innumerables beneficios para los más pequeños, beneficios que van desde el ámbito lingüístico hasta el matemático. Sería pues evidente su necesidad en nuestro currículo educativo y más actualmente, donde problemas como la intolerancia o la falta de respeto hacia los demás están a la orden del día.

Sin embargo, ¿tiene realmente un niño tiempo para el estudio de la filosofía? El actual sistema educativo está centrado en torno al estudio, principalmente, de las ciencias, las matemáticas, los idiomas... Pero la cosa no termina ahí. Es un hecho que los padres de hoy están más preocupados de la educación que reciben sus hijos, y, es por eso, que no nos resulta extraño que un mismo niño, aparte de ir al colegio y hacer sus deberes vaya, posteriormente, a innumerables actividades extraescolares: música, fútbol, inglés, baile tirolés, chino cantonés...¿Realmente cuando un niño termina su jornada, en ocasiones estresante y agotadora, va a tener ganas de pensar? Sin darnos cuenta les estamos arrebatando la infancia, los estamos haciendo menos niños para, cada vez desde edades más tempranas, adentrarlos en la estricta disciplina del mundo adulto.

Con esto no quiero decir que se no se deba dejar pensar a un niño, ni que el estudio de la filosofía sea irrelevante en el proceso educativo frente a las demás disciplinas, precisamente lo contrario, como he comentado al principio creo firmemente en los beneficios que aporta la filosofía y la educación en valores. Además, el invertir en estas áreas supone una inversión a largo plazo, porque estamos formando y educando al futuro de nuestra sociedad.  Lo que considero es que se debería llevar a cabo es una reestructuración de las prioridades. No podemos pretender crear genios a cambio de arrebatarles la infancia.  Y es que, como dijo Mario Benedetti, "la infancia es el privilegio de la vejez". Dejemos pues que los niños tengan tiempo de eso, de ser niños: que tengan tiempo de aburrirse, equivocarse, imaginar, pensar por ellos mismos... Porque algo está claro, y es que dicha etapa jamás se va a repetir y, cuando se den cuenta, quizás ya estén inmersos en el verdadero mundo de las preocupaciones.